sábado, 8 de marzo de 2008

La intimidad al descubierto

Las personas siempre hemos sentido una enorme curiosidad por saber sobre el otro: la “vieja chusma” (que ya es un ser mitológico que denota a varones y mujeres), el soplón, el alcahuete, el espía, el que trata de leer los diarios íntimos, agendas, correos electrónicos de los demás. Hay todo un paisaje de seres que buscan ojear nuestra intimidad: ver nuestros movimientos, ver nuestros cuerpos, ver nuestras letras escritas sobre papiros virtuales o no, ver, ver, ver. El ojo se ha apoderado del cuerpo, es el rey Ojo, el soberano ojo que impone su fuerza sobre la vida.

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El ojo va en busca del placer; el ojo, en copula constante con el eter, se enfiesta constantemente con otros cuerpos. Ahí, la visión, hoy.

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La soberanía del ojo se construye en torno a la figura del voyeur. El ojo es soberano del cuerpo, a partir del ojo se elabora la subjetividad voyeur, sobre la que domina la imagen, alimento del ojo.
El ojo devora imágenes que alimentan la conciencia del voyeur, quien sin imágenes se desnutre, enflaquece, se pierde en el abismo.

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Las imágenes del cadalso, “El Bar”, “Gran Hermano”, las imágenes los cuerpos mutilados en las guerras, imágenes de revistas, imágenes de cuerpos desnutridos, de cuerpos obesos, de novias-Barbie y novios Play Boy, de cuerpos abiertos, de tripas revueltas en sangre, de edificios incendiados, de penes desmesurados y vaginas inhumanas hasta las estupidas fotos publicadas en fotologs y blogs personales son alimento del ojo soberano, pero no se limita a eso, también las letras son tragadas vorazmente por el ojo glotón que se olvido de la indigestión y el vomito.

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Leer, ver, ver y leer. Toda inscripción tocada por el ojo es engullida sin masticación. El primer mandamiento es: “Si lo tocas lo tragas”. El ojo se traga la intimidad.

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El gourmet es el mismo voyeur que tiene que darle de comer, al ojo, para no verse muerto por inanición. Hay que fabricar imágenes, hay que poblar el mundo de imágenes: el mundo ya no importa, importan sus imágenes porque ellas permiten la vida voyeur y la permanencia del ojo todopoderoso.

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Ojo, ojo, ver, ver, ojo, ver, ver, ojo…

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La resistencia no esta encarnada por los ciegos o los tuertos, sino por los que habitan el mundo y no sus imágenes. Resiste el que ante un diario íntimo (virtual o no) se niega a verlo, a recorrerlo; resiste el que ante una fotografía-ventana-Benneton se niega a ver, a través de ella, el mundo; resiste quien lucha concientemente ante su propio voyeurismo.

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El ojo se ha tragado el cuerpo del voyeur; el gourmet del ojo transforma el mundo en imágenes que, a veces, todos tragamos.

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“Líbranos, Señor, de las imágenes”, dice el hereje que ha escupido sobre las imágenes santas del paraíso. “Líbranos de las imágenes”, murmura. Pero, el santo oficio voyeur lo calla, tal vez en la hoguera.

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“Líbranos de las imágenes”, piensa el ebrio, el “criminal”, el pobre, el marginal…

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Así es la vida: la vida entre imágenes, la vida entre imágenes que nos revelan algo del otro, de los otros. O mejor, “así es la vida: la vida en imágenes, ‘como la vida misma’”.

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Es tiempo de que vuestros ojos se suelten de estas líneas, es tiempo de que busquen otras imágenes que tragar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Y qué pasa con las imágenes que nunca salieron de nuestra mente?