El sentido común es algo complejo, es verdaderamente rico en ideas dispersas provenientes de distintas épocas y esferas de la cultura, es un aglomerado heteróclito de ideas al cual se les ha borrado su historicidad. El sentido común no solo esta compuesto por ideas, sino que también afecta la acción, puesto que en el existen esquemas prácticos. Antonio Gramsci daba esa definición de sentido común y señalaba que esas ideas heteróclitas afectaba la organización de las clases subalternas, puesto que al no sistematizar su modo de pensar y actuar jamás podrían hacer frente a los sectores dominantes.
¿Qué tiene qué ver lo anterior con nuestro planteo? Pues veamos… Todas las ideas que nos llaman al silencio pertenecen al sentido común ¿Alguien sabe cual es la historia del “no revelar los tres deseos que se piden al soplar la velita/s de cumpleaños”, por ejemplo? El erudito, el investigador, puede que lo sepa, pero en la vida cotidiana ¿Quién lo sabe?
Así, poco a poco, vamos pasando por diferentes etapas de la vida y vamos interiorizando modos de callar, modos de ocultar lo qué mas queremos… Entonces ¿Cómo se entera el otro/s (mis padres, en este caso) de que quiero una bicicleta, por ejemplo? ¿Cómo se entera, alguien, de quiero volver a verlo, reencontrarme con el/ella)… Poco a poco aprendemos a no comunicar nuestros deseos
“Mejor no te cuento, perdóname, pero es que tengo miedo de que, si te lo cuento, no se cumpla” Estamos acostumbrados a esta frase, después de ella pasamos a otro tema o hacemos un largo silencio. Hay algo más que incomunicación: sospecha… ¿A quien le puedo contar? ¿Se lo puedo decir a cualquiera de mis amigos o a ninguno? ¿Son lo suficientemente confiables?... Las ideas se confunden, se funden y la superstición de la que sobrevuela la comunicación de lo que se quiere se mezcla con un poco de desconfianza y todo termina en un “cada cual por su lado”, es decir, desconectado.
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