miércoles, 26 de marzo de 2008

MADRES alegres

Cuando las Madres entraron a la ESMA ingresaron una ráfaga de viento que expulso el olor a muerte que había en ese lugar. Cada paso, cada uno de los pasos de esas Madres paridas por sus hijos, cada paso de esas MUJERES sembraba vida en ese lugar repleto de fantasmas.

Sembrando vida, así están esas MUJERES, plantando vida y alegrías. Si, alegrías.

La alegría no es solo una palabra que parece horrorizar a varios intelectuales y políticos, sino que también es un estado de intensidad corporal, tal vez no sea la palabra lo que asuste, sino ese estado que revienta las prisiones del cuerpo.

Hoy, mientras recorría distintos diarios nacionales, entre ellos los que se autodenominan “progres”, leía críticas que se hacían a distintas manifestaciones alegres que sucedieron durante la marcha que caminó la Av. De Mayo. Entonces volví a recordar la figura del mártir, la figura sufriente de la izquierda retrograda, la figura que se perpetúa en el sentido común reforzada por el imaginario social: el intelectual y militante es un haraposo triste con cara de culo, mientras más sufre más implicado está en cuestiones políticas; el cuerpo del militante es un cuerpo mártir y el alma, su alma, como diría Foucault, es su prisión de máxima seguridad. Pero, claro esta, todo eso vive en el sentido común conservador que algunos pretenden perpetuar.

La alegría es intensidad y la intensidad pasa de cuerpo en cuerpo, se “contagia”. Por eso es “tan peligrosa”. Ya lo sabían Spinoza, Brecht, Deleuze, entre otros. Hoy lo saben las madres y quienes las acompañan.

La alegría impulsa al acto, al movimiento. La alegría implica al cuerpo y al otrx; implica la risa, la esquizofrenia corporal (nacimiento de nuevos cuerpos, nuevas formas de expresión), implica reventar las palabras y hacer hablar al cuerpo, lo cual implica olvidar la distancia de la palabra para arrimarse, ponerse al lado de los otrxs.

Comprendo el miedo de los retrógrados, comprendo su miedo a un mundo diferente. Pero le temo a asas manifestaciones fascistas, de otrora gente que luchaba por un mundo más justo, porque, tal vez, pueden pasar por “progres”. Anclarse en un sitio, no seguir luchando, no moverse, decían Deleuze y Foucault, es síntoma de facho.

Al fin hay personas nomades, MUJERES nomades que pasan de madres a hijas, de hijas a madres. A ellas les digo ¡Gracias! ¡Gracias! Por tanta vida, por tanta alegría. Gracias por creer y apostar por una política diferente, por un mundo distinto que solo puede hacerse desde las pasiones alegres de la vida.

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