Cuando las Madres entraron a
Sembrando vida, así están esas MUJERES, plantando vida y alegrías. Si, alegrías.
La alegría no es solo una palabra que parece horrorizar a varios intelectuales y políticos, sino que también es un estado de intensidad corporal, tal vez no sea la palabra lo que asuste, sino ese estado que revienta las prisiones del cuerpo.
Hoy, mientras recorría distintos diarios nacionales, entre ellos los que se autodenominan “progres”, leía críticas que se hacían a distintas manifestaciones alegres que sucedieron durante la marcha que caminó
La alegría es intensidad y la intensidad pasa de cuerpo en cuerpo, se “contagia”. Por eso es “tan peligrosa”. Ya lo sabían Spinoza, Brecht, Deleuze, entre otros. Hoy lo saben las madres y quienes las acompañan.
La alegría impulsa al acto, al movimiento. La alegría implica al cuerpo y al otrx; implica la risa, la esquizofrenia corporal (nacimiento de nuevos cuerpos, nuevas formas de expresión), implica reventar las palabras y hacer hablar al cuerpo, lo cual implica olvidar la distancia de la palabra para arrimarse, ponerse al lado de los otrxs.
Comprendo el miedo de los retrógrados, comprendo su miedo a un mundo diferente. Pero le temo a asas manifestaciones fascistas, de otrora gente que luchaba por un mundo más justo, porque, tal vez, pueden pasar por “progres”. Anclarse en un sitio, no seguir luchando, no moverse, decían Deleuze y Foucault, es síntoma de facho.
Al fin hay personas nomades, MUJERES nomades que pasan de madres a hijas, de hijas a madres. A ellas les digo ¡Gracias! ¡Gracias! Por tanta vida, por tanta alegría. Gracias por creer y apostar por una política diferente, por un mundo distinto que solo puede hacerse desde las pasiones alegres de la vida.
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