Navegar hasta una isla, navegar en mares cibernéticos, en mares virtuales, en mares de información. Ahogarse en olas y remolinos de letras, códigos e imágenes. Navegar y navegar y navegar… Devenir en los mares… Ser alguien (¿Quién?) o algo (¿Qué?) que esta “entre”, que hace conexiones y se va, que sigue y vuelve transformado (“No bajaras dos veces al mismo río”, porque tu y el río ya no serán los mismos) como las olas que llegan hasta aquí (¿Escuchas ese sonido?) y mojan estos bordes (¿Limites? ¿Qué limites?). Miras desde lo alto y te engañas, porque la isla cambia con cada caricia acuática; es un punto, una coma, o una forma que no tiene por qué estar codificada, puede ser pura sensación: ves la forma y algo te pasa ¡Baja! No la mires desde lo alto ¡Tocala! ¡Caminala! Ensúciate con su barro, barro de orilla; descansa sobre la hierba, pero no te quedes… ¡Volve! ¡Volve pronto! Pero no te quedes… Hay que moverse, hacer conexiones… Devenir nomade, estar entre, haciendo conexiones, sintiendo cuerpos, tornándose intenso: cuerpo-arte, vida-arte.
Cuenta, una voz múltiple, coral, que en esta isla circulan pensamientos, pensamientos sobre nuestra actualidad, sobre nosotros… Estamos invitados a perdernos entre estas voces.
Una vez por semana vendré a esta isla, de la cual he perdido todo mapa y toda ruta; dejare algo para hacer conexiones ¡Ojala vengan otros y dejen algo! ¡Ojala hagamos conexiones!
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