*
Esta es una historia sobre espacios,
sobre maquinas narrativas y escenas; esta es una historia sobre
dispositivos. Aquí, lector, hallaras un recorrido, que bien podría
ser otro. Es licito barajar y dar de nuevo. Pero ¿Te das cuenta?
Aquí hay un sendero, hay un arquitecto que dispone y tu, querido
amigo, transitas hurgando, moviendo, desarmando ¡También eres, en
potencia, un arquitecto! Ya sin más vueltas, aunque alguna queda por
dar, entremos a este espacio, a este texto, a este selva... ¡A cazar
sentidos! Cual mariposas, huidizas ¿Traes tus cosas?
*
En todos los espacios se
inscriben historias. Hender un espacio es similar a abrir un diario
de notas, leer una carta, encontrar un tesoro. Los espacios son
tesoros narrativos: atesoran las memorias de la humanidad ¡Imagina
todo lo que podría susurrarte una pared! O aquella avenida o ese
árbol que, seguramente, estaba allí, aguardando, en silencio, la
hora de tus pasos.
*
Al fin, cazador, llegamos al bosque.
Algo se nos anuncia en la entrada, se nos pide dejar allí nuestro
cerebro ¡Alarma! Calma, amigos, nos dice el guardián, y prosigue,
antes de entrar les pido un ejercicio: imaginen una calle, sus
sonidos, aromas... Imaginen la hora y su ritmo. Entra en la escena
una persona; a mitad de camino mira su reloj y acelera el paso y...
¡Plum! Tropieza y cae. Primer plano de su cara malhumorada; mira en
dirección al sitio del tropezón y las cejas se elevan. Nuestro
apurado sujeto alza en sus manos un cofre; lo abre y una melodía lo
lleva a las manos de su padre, a la calesita, a las meriendas en casa
de su abuela.
La magia de un objeto ha partido el
tiempo. Esta es una historia sobre alquimias, sobre como componer
mundos con un poco de sonidos, imágenes, cuerpos, información,
luces. Ya verán, la alquimia es cosa seria ¡Tendrán que devenir
arquitectos de sugestivas historias! De lo contrario, no podrán
encantar a nadie.
Adelante, amigos ¡Entren al bosque! Y
no se preocupen, reencontrara sus cerebros en el camino...
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